lunes, 1 de octubre de 2012

Jardín Zen: Cuando las piedras muestran su alma

Hace ya un tiempo, buscando información sobre diferentes tipos de jardines del mundo, me topé con uno que me dejó asombrado… asombrado porqué era la antítesis de un jardín convencional… asombrado porqué se componía de la “materia prima” de mi profesión: las piedras… eran los llamados jardines Zen.

Un jardín Zen o karesansui, es un tipo de jardín japonés construido para la contemplación. Fueron introducidos por los monjes Zen  hace más de trece siglos… La palabra Zen significa meditación y esta es la función principal que tienen estos jardines: ser lugares para ser contemplados y facilitar la meditación. Pero su característica más especial es que son jardines secos… me explico: se trata de una extensión de grava poco profunda, donde se ubican rocas dispersas por su superficie. La grava representa el mar y las rocas las islas (también se puede interpretar como el espacio y los planetas… el desierto y las montañas…).

Karesansui del tempo Ryoan-ji (foto de Wikipedia)

Para la construcción de un karesansui necesitaremos escoger un sitio que sea apropiado para la contemplación: es recomendable hacerlo lejos de lugares donde animales y niños puedan perturbarlo. Los Zen son jardines-escena, por tanto, deben tener unas dimensiones limitadas a nuestro campo visual. Generalmente, están pensados para tenerlos fuera de una casa, pero si no disponemos de una zona exterior, también los podemos construir en el interior de una vivienda (para pisos pequeños, venden unos recipientes montados para tal efecto). Lo más importante a tener en cuenta es que: el tamaño del jardín no es lo más importante, sino los elementos que lo integran.

Así pues, para crear un jardín Zen, se habrán de considerar tres aspectos importantes (totalmente independientes a sus medidas) como son: la simplicidad, la fluidez y la distribución de sus objetos.

Elementos que integran un jardín Zen

En primer lugar, necesitaremos un lecho detrítico. Si disponemos de un jardín de grandes dimensiones (es decir, un espacio donde podemos entrar y caminar dentro de él) yo le pondría grava. Si se tiene una superficie menor (1 o 2 metros cuadrados) yo la llenaría de gravilla. Por último, si es un receptáculo pequeño, lo más recomendable será escampar arena. En todos los casos, el material debe estar perfectamente nivelado y raseado. Después, con la ayuda de un rastrillo, podemos “peinarlo” formando diversos patrones.

Sobre esta capa de detritos, se colocarán las diferentes piedras. Estas rocas, nos quedarán mejor si las “sumergimos” parcialmente en el lecho y rastrillamos su contorno. Es tipico el uso de basaltos, pero podemos poner las piedras que más nos gusten o nos transmitan mejores sensaciones. Es preferible utilizar un número impar de rocas (dicen que da buena suerte), no se debe colocar ninguna en el centro del jardín y hemos de huir de toda simetría. Los budistas dicen que cada piedra tiene una “cara feliz”… es decir, las hemos de examinar desde todos los ángulos, para determinar que lado de ellas nos gustaría más que mostraran.

Los basaltos son rocas muy utilizadas en los jardines Zen

Por otra parte, podemos añadir al karesansui otros elementos como: troncos, algún ser vivo (plantas, hongos), cristales de roca, fósiles, velas, esculturas, elementos con agua... en fin, todo lo que consideremos que puede ayudar a crearnos un escenario visualmente agradable. Pero siempre teniendo en cuenta de no llenar demasiado el espacio: un jardín minimalista va a acentuar la fluidez de las líneas y sus objetos.

El diseño de nuestro jardín Zen es algo muy personal y lo podemos construir según nuestras necesidades estéticas, experimentando para ver lo que más nos gusta... pero recordando que la idea fundamental es mantener el jardín lo más austero posible.

Descripción e interpretación de mis jardines Zen

Dispongo de tres jardines Zen: dos miniaturas de interior y uno de exterior.

1.- El jardín Zen de mi despacho

Mi primer karesansui es uno muy pequeño de interior. Lo compré en una tienda oriental, hace ya un tiempo. Del pack original que adquirí (completo, pero algo impersonal) me quedé, tan sólo, con el recipiente de madera y con el rastrillo.

Mi primer karesansui (clicad para ampliar la imagen)

Este mini jardín Zen se encuentra sobre la mesa de mi despacho. La ubicación de sus elementos es dentro del recipiente de madera negra, de forma cuadrada (12X12 cm), que venía con el pack original. El color negro del receptáculo (se dice) que ayuda a absorber las energías negativas del ambiente.

Como lecho detrítico le puse un poco de arena de la playa de San José de Almería (muy significativa para mí y mi mujer). Esta arena está rastrillada en líneas rectas (horizontales a mi visual), proporcionando calma al conjunto.

Por otra parte, escogí tres piedras, siguiendo como criterio de selección su color: un cuarzo de leche (blanco), un basalto (negro) y una pizarra con un liquen (gris). Están sobre la arena, medio hundidas y colocadas en forma de triángulo (más o menos equilátero). Esta distribución tan regular significa que el trío de rocas está en equilibrio y tienen la misma importancia dentro del jardín. La blanca y la negra representan dos polos opuestos (como el ying-yang); en cambio, la gris, es un término intermedio que nos representa a nosotros mismos: somos error y acierto… somos tristeza y alegría… somos fuerza y debilidad… Sobre esta pizarra vive un liquen que viene a explicar que: “la duda es la certeza que estamos vivos”.

La conclusión que podemos sacar de este karesansui es que debemos ser ecuánimes en las decisiones difíciles, manteniéndonos siempre en consonancia con todos los extremos del planteamiento. Este conjunto ofrece orden, equilibrio y serenidad… factores muy importantes en mi lugar trabajo.

2.- El jardín Zen de mi salón

Mi segunda miniatura de interior la compré en una tienda de artículos naturales. De esta adquisición también descarté diferentes elementos de su pack original: quedándome con el recipiente, el rastrillo y una de las piedras que venía en el set (una caliza con los grafismos “Zen” pintados en superficie).

Mi segundo karesansui (clicad para ampliar la imagen)

Este karesansui lo podemos ver en el buffet del salón de mi casa. Al igual que el "jardincito" anterior, la ubicación de sus elementos es dentro de un recipiente de madera negra... pero, en este caso, el receptáculo es algo mayor y tiene forma rectangular (35X22 cm).

El lecho detrítico es también arena de playa rastrillada en líneas rectas y paralelas al lado mayor de la bandeja.

En este caso también escogí tres piedras. Complementando a la calcárea “Zen” del pack original, añadí dos piedras más: un cristal de roca y otra calcárea (pero esta cubierta por líquenes). Las tres se situan en los vértices de un triangulo (más o menos) isósceles. A pesar de sus claras diferencias morfológicas, las dos calizas están unidas… esta unión queda simbólicamente representada por el rastrillado de la arena, entre ambas, en forma de lazo. La pulcritud de la calcárea “Zen” nos transmite humildad y sosiego; los seres vivos invadiendo a su compañera nos expresan vida y lucha… son conceptos opuestos, pero conceptos que deberían siempre acompañarnos juntos en la vida. Por otra parte, el cristal de roca, se sitúa relativamente equidistante a las dos calizas: tiene su contorno rastillado formando “ondas” concéntricas queriendo, de esta forma, expresar las propiedades que se le otorgan a los cuarzos hialinos (se piensa que este tipo de cristal ayuda a recibir, almacenar y transmitir energías positivas y armonía).

La conclusión que sacamos de este segundo karesansui, es que nos ofrece sencillez y paz a todos los que vivimos en casa… pero, también, imprime fuerza y carácter para afrontar los obstáculos que nos pone la vida.

3.- El jardín Zen de exterior

Estos dos karesansui que os acabo de presentar, realmente, no dejaban de ser un simple pasatiempo con el que me entretenía, junto a mi mujer... Si os fijáis, por este motivo, he etiquetado este artículo como un juego de sociedad (uno de los seis temas tratados en este blog). El impulso de crear un jardín Zen de exterior me vino cuando me di cuenta que necesitaba más espacio y mayor contacto con ellos… ¡Los karesansui eran ya más que un juego para mí!

Grafismo Zen, pintado sobre un fragmento de teja, en los muros de mi karesansui de exterior

3.1.- Ubicación

Para construir mi jardín Zen de exterior, escogí el campo de olivos de la casita de campo de mis abuelos (que se encuentra a pocos quilómetros de mi casa). Desde siempre, este lugar, me a llenado de muy buenas sensaciones. Escogí este terreno por ser un sitio que voy a menudo a pasar las tardes… un sitio donde, fácilmente, podría emplazar un karesansui.

Después de mucho meditar donde podría construirlo, encontré el lugar perfecto: cerca de la casita de campo hay un nido de cazadores abandonado (a mi familia nunca nos ha gustado la caza) fue construido, hace decadas, por los anteriores propietarios de la finca. Hasta la fecha, esta trinchera semicircular, estaba abandonada y era utilizaba como acopio de las ramas secas de los olivos... entre esas ramas crecía la maleza. Mirando ese montón de desechos vegetales, pensé como quedaría allí un karesansui y... ¡me gustó la idea!

Vista general de mi karesansui de exterior (clicad para ampliar la imagen)
Su tamaño era ideal para mi propósito (ni muy grande ni muy pequeño): con un buen espacio interior de un par de metros cuadrados... Su situación era inmejorable: ya que se encuentra a pocos metros de la casita de campo, pero en un lugar apartado y tranquilo; rodeado de naturaleza, cantos de los pajarillos y rumor de viento. Su forma de media luna era perfecta para la contemplación: cuando me siento al suelo frente su apertura, el muro (construido con piedra seca) y yo somos sólo uno... juntos cerramos el jardín que se abre a mis ojos... a mi  espíritu... En definitiva: lo que antaño fue un lugar donde los hombres se ocultaban, resonaban disparos de escopeta y se mataba animales; ahora es un lugar de contemplación, meditación, silencio y paz.

3.2.- El lecho detrítico

Lo primero que hice fue sacar la acumulación de ramas de olivo secas de su interior, arrancar la maleza y retirar toda la tierra vegetal, acumulada dentro del nido de cazadores, hasta encontrar la roca de la base (ya que esta trinchera se construyó sobre una costra calcárea). Una vez bien saneado el emplazamiento, le añadí cuatro carretilladas de gravilla como material para el lecho.

Descargando carretilladas de gravilla en el nido de cazadores, recién limpiado y desbrozado

La gravilla de mi karesansui (con granos angulosos de 0,5 cm de diámetro) proviene de cantera, es decir: se fabricó (machacándola y cribándola) como árido para elaborar asfalto. Petrológicamente, sus heterogenias partículas son totalmente irreconocibles (pudieran ser rocas de cualquier tipología). Pero, lo importante... lo que nos tiene que transmitir el lecho de este karesansui, es que se trata de un material antrópico: fabricado por la mano del hombre y manipulado, dentro del propio jardín, por la mano del hombre…

Esta gravilla, como si del agua de un lago se tratase, cubre y nivela todos los huecos de la superficie cóncava e irregular de la roca del nido de cazadores, quedándonos un lecho detrítico con un contorno de forma globular, sin esquinas ni simetrías de ningún tipo.

Gravilla explanada y nivelada sobre la roca y "peinada" con un rastrillo

3.3.- Las piedras

Escoger las piedras para dar vida a mi jardín Zen de exterior, fue toda una experiencia: quise que fueran representativas, con fuerza interior y energía. Sobre el lecho de gravilla que personifica a la humanidad, quise colocar  elementos que simbolizarán a la propia naturaleza. Pensé que la forma más visual para representarlo sería poniendo muestras de los tres tipos de roca que existen en la Tierra: ígneas, sedimentarias y metamórficas. Estos tres tipos están relacionados por el Ciclo de las Rocas (tema que expliqué en este mismo blog). A continuación os detallaré como fue la selección de las piedras de mi karesansui, todas ellas con su propia historia... todas con su propia alma...

Para comenzar, como rocas ígneas, escogí dos muestras: un basalto y un granito.

3.3.1.- Basalto

Bomba basáltica encastada sobre la gravilla de mi karesansui

El basalto, como se ha dicho en la introducción, es una roca muy importante dentro de los jardines Zen: su color negro es una fuente de absorción de energías negativas. ¡Era imprescindible disponer de un ejemplar en mi jardín!

El fragmento escogido es una bomba basáltica. Se trata de un piroclasto (roca de fuego) anguloso, áspero y lleno de vesículas. Fue generado y proyectado, des del interior de la Tierra, durante una erupción volcánica. Lo recogí, hace muchos años, cuando era un niño, en los volcanes de Olot (Girona).

3.3.2.- Granito

Fragmento de granito sobresaliendo en mi karesansui

La otra roca ígnea es un granito. Se trata de una roca plutónica, muy resistente, formada a partir de un magma dentro de la corteza terrestre. Está compuesto, básicamente, por feldespatos, micas biotitas y cuarzo (como sabéis, este último mineral, también es muy importante dentro de un jardín Zen). Estos tres cristales se disponen en desorden, pero en equilibrio, dentro de la propia roca.

Al igual que el basalto, esta muestra, también presenta una superficie angulosa y áspera. Proviene de la Sierra de Guadarrama (Segovia).

Como rocas sedimentarias, opté por dos tipos de calcáreas: un jaspe de Tortosa y una caliza con fósiles. 

3.3.3.- Jaspe de Tortosa

Trozo de jaspe de Tortosa hincado en el lecho de mi karesansui

El jaspe de Tortosa, popularmente conocido como Pierda de la Cinta, se trata de una caliza de un color rojizo muy característico. Es una roca ornamental (mal denominada mármol) única en el mundo por sus características intrínsecas y muy apreciada por los marmolistas por sus calidades manipulativas. A Italia es conocida como "a broccatello di Spagna", por su similitud con las texturas de los brocados. Como anécdota decir que es una de las rocas utilizadas en las sepulturas del Panteón de los Reyes de España, en la cripta del Palacio del Escorial.

Se trata de un fragmento también anguloso, pero con un contorno más suave que las anteriores rocas. Mi muestra la encontré al lado de mi casa: a un kilómetro y medio hay una cantera abandonada de jaspe de Tortosa.

3.3.4.- Caliza fosilífera

Canto rodado de caliza (con fósiles) reposando sobre mi karesansui

La otra roca sedimentaria de mi jardín Zen es una caliza fosilífera. El material que compone esta piedra, son los restos del sedimento de un mar jurásico, con rico registro paleontológico. Mi muestra se trata de un canto rodado encontrado en el río Tastavins, a su paso por Peñarroya de Tastavins, en la provincia de Teruel, (recordemos que en esta localidad se descubrió a un gran dinosaurio saurópodo llamado “Tastavinsauro”).

Este rico registro fósil, queda testificado por los restos de conchas de moluscos que se observan por la superficie de esta piedra. Se trata de una muestra de superficie redondeada, lisa y rodada.

Por último, también escogí una típica roca metamórfica:

3.3.5.- Esquisto

Fragmento de esquisto (con líquenes y musgo), medio enterrado en mi karesansui

Con delicadeza tomo y escucho a este "anciano" esquisto… me confiesa que su historia se remonta a la era primaria de la Tierra… me cuenta que fue arcilla, se convirtió en roca y se metamorfizó... que a sufrido dos orogénesis, que ha visto reinar y sucumbir cientos de especies, que ha vivido la apertura y cierre de los océanos… Hoy, terminando su ciclo vital, acoge con dulzura a seres vivos que moran sobre él… hoy a conocido al hombre.

Mi fragmento se encuentra desgastado, alterado e invadido por líquenes y musgo... lo recogí de la carretera de Vallvidrera a Sant Cugat, en la Serra de Collserola (Barcelona).

3.4.- Conclusiones

Cuando llego por las tardes a la casita de campo de mis abuelos, voy hacia mi karesansui, me siento en una vieja alfombrita frente a él, aparto sus cinco piedras Zen y las limpio a conciencia con agua.

Lavando las piedras Zen de mi karesansui con agua corriente

A continuación, retiro todas las hojas secas, ramitas y otros objetos que han caído sobre la gravilla. Una vez aseado el lecho detrítico, hundo mis desnudas manos en él… me encanta oír el crujir de sus partículas entre mis dedos... me encanta sentir el calor que desprenden sus granos caldeados por el sol, durante todo el día: es como un primer intercambio de energía.

Hundiendo mis dedos en el lecho de gravilla recién limpiado

Después, también con mis manos, vuelvo a alisar y nivelar toda la superficie del lecho... con la ayuda de un rastrillo, dibujo líneas rectas (horizontales respecto a mi posición) para dar calma al conjunto… Una vez “peinado” el lecho, de nuevo puedo vestir mi karesansui con sus elementos.

Si miramos la siguiente foto, podemos ver que las cinco piedras Zen se sitúan en forma de pentágono irregular (mostrando, con esta forma geométrica, equilibrio e igualdad entre todas ellas). Alrededor de cada una de estas piedras, como se observa, se han dibujado sobre la gravilla líneas concéntricas... Si nos fijamos las 2 rocas ígneas (basalto y granito), al ser del mismo tipo, sus líneas circulares se tocan; al igual pasa con las 2 sedimentarias (Jaspe de Tortosa y caliza con fósiles); en cambio, el esquisto a pesar de tener sus trazos cerca de los de la caliza con fósiles, no llega a tocarlos. Estas líneas concéntricas representan: conexión y ciclicidad entre todas las piedras Zen pero, al mismo tiempo, independencia para cada una ellas.

Distribución de mi karesansui de exterior (clicad para ampliar la imagen)

El diseño de este jardín Zen quiere representar a un gran reloj, donde cada roca es un instante de la naturaleza... de nuestra vida... Comenzamos por el negro basalto, vamos mirando el resto de piedras, siguiendo el sentido horario:
  1. El basalto es la piedra más joven de mi karesansui, está en el primer instante del reloj. Dentro del jardín se encuentra sobre la gravilla como recién caído del volcán. Representa: nacimiento y niñez, creación y vida
  2. A continuación tenemos el granito. En mi karesansui se sitúa, en posición vertical, sobresaliendo del lecho de gravilla, mostrando un corte fresco (sin ninguna alteración externa). Esta roca nos evoca: adolescencia, fuerza y descubrimiento.
  3. La siguiente es el jaspe de Tortosa. Lo encontramos algo hundido en la gravilla, también de pié pero, en este caso, en posición horizontal. Simboliza: juventud, proximidad y belleza.
  4. Después viene la caliza fosilifera que descansa, sin ahondarse nada, sobre la gravilla del lecho. Es símbolo de: madurez, adaptación y progresión.
  5. Por último tenemos el esquisto (la roca más antigua del jardín) situada a la "medianoche" de este reloj, terminando ya el día... su ciclo vital. Lo encontramos medio enterrado y mostrando su cara “geológicamente incorrecta”, es decir: el lado alterado que mostraba en el afloramiento donde se recogió. Esta roca nos transmite: vejez, experiencia y muerte.
El conjunto “gravilla-piedras” de mi karesansui, como se ha dicho, representa el binomio “humanidad-naturaleza“… pero es, sobretodo: equilibrio y fluidez de todos sus componentes.

Los diferentes líquenes saxícolas y el musgo que encontramos sobre el esquisto, son los únicos seres vivos que moran, de forma permanente, dentro de mi karesansui... Estos hongos y plantas (como el resto de elementos del jardín) reciben todos mis cuidados, ya que ellos también son parte importante de mi Zen.

Para ayudar a la abstracción, durante el momento de la meditación, a veces “engalano” mi karesansui con complementos temporales que, al terminar la sesión, retiro del lecho. Estas piezas representan los cuatro elementos clásicos:
  1. El  fuego es la llama de una vela encendida con su cera confinada en un recipiente de metal. Se encuentra entre el esquisto y el basalto, representando el traspaso entre una vieja y nueva vida... representando la destrucción y creación que nos aporta el fuego en la naturaleza.
  2. El agua, sacada de un pozo, está vertida dentro de un bol de vidrio transparente. Se sitúa entre las dos rocas ígneas y las dos calizas... Al igual que en la naturaleza, donde el agua es un agente geológico que transforma una roca ígnea con una sedimentaria, en este karesansui simboliza la transformación entre niño y adolescente, entre joven y adulto. 
  3. La tierra está figurada por arena echada dentro de un cacito de cerámica. Se situa entre la caliza con fósiles y el esquisto... queriendo explicar conceptos como: arraigo, prudencia y decadencia... conceptos que tenemos en el tránsito de adulto a viejo. 
  4. Por último, el aire es el humo de una barra de incienso apoyada sobre un quemador de madera. Si nos fijamos, este inciensario se encuentra fuera de la trayectoria circular del reloj, pero su "aire" lo envuelve todo: todas las piedras, todos los elementos... Como se observa, se encuentra cerca del basalto y el granito, esto quiere representar que los niños son los que disfrutan más de las cosas etéreas e intangibles...
A pesar de esta equilibrada y fluida colocación de los cuatro elementos temporales dentro de mi jardín, como podemos ver, su ubicación evita cualquier tipo de simetría y regularidad... y , la presencia de este cuarteto de complementos, no altera el número impar de elementos expuestos dentro del karesansui.

Mi jardín Zen con la representación de los Cuatro Elementos Clásicos

En fin... No se si es por el amor innato que tengo a las piedras… quizás sea por mi marcada espiritualidad… o pudiera ser que fuera cuestión de sensibilidad e imaginación… pero el tiempo me enseñó a escuchar las piedras, a ver su alma y a sentir su energía… el tiempo me enseñó a entender a las rocas, mucho más lejos que la geología me aleccionó… el tiempo me enseñó a ser, tan sólo una pieza más, dentro de mi karesansui.

Gracias por compartir conmigo este momento de contemplación… gracias por compartir mi experiencia.