miércoles, 13 de noviembre de 2013

Paris bien vale un... retorno

Antecedentes

Hace 30 años, en julio de 1983, siendo yo un niño, hice con mis padres un viaje en coche por toda Francia. Nuestro particular “Tour” hizo escala un día y medio en su capital. A pesar de las pocas horas que pasamos en París, mi padre (con un año menos que mi edad actual) montó un intensivo recorrido con el que pudimos visitar la mayoría de monumentos de la ciudad.

Recuerdo unas semanas antes de emprender el viaje, la alegría que tuve cuando me dijeron que iríamos a París… a ese París mitificado por la mente de un niño soñador… a ese París que tantas veces había visto en libros, películas e ilustraciones…

Para mí, las dos cosas más importantes que tenía que hacer en la capital francesa eran: comprarme la típica figurita de la Torre Eiffel, montada sobre un pedestal de mármol donde pusiera “Recuerdo de Paris” y subir hasta la cima de tan famosa torre.

Place de la Concorde, al fondo... ¡la Tour Eiffel! (julio de 1983)

Llegando a Trocadero conseguí mi primer objetivo... una figurita de la torre donde ponía, en su pedestal de roca: “Souvenir de Paris”. ¡El segundo propósito ya estaba cerca!

Pero al llegar a la taquilla de la Tour Eiffel tuvimos una desafortunada noticia: nos anunciaron que el monumento estaba en obras y que no se podría subir a la “somme”. ¡Menudo jarro de agua fría! Nos tuvimos que conformar con visitar las dos primeras plantas (teniendo en cuenta que la segunda está a tan sólo un tercio de la altura total del edificio),  nos tuvimos que conformar con levantar la cabeza para ver, allá en lo alto, la inaccesible cima.

Mis padres cuentan que no me quejé, no di ningún berrinche, no mostré enfado ni decepción… simplemente les dije, sujetando firmemente la figurita en mi mano: “No os preocupéis, volveremos algún día y subiremos juntos al tercer piso”.
  
Sujetando la figurita, bajando de la segunda planta de la Tour Eiffel, junto a mi madre

Esa declaración de intenciones nunca la olvidé... pero fueron pasando los lustros y, por un motivo u otro, no volvimos más a París. Hasta que este mes de julio, cumpliéndose treinta años de ese fallido intento, les propuse a mis padres volver a la Torre "Infiel" (como así la llamaba de pequeño), aprovechando que a mi mujer le quedaban unos días de vacaciones en octubre.

Mis padres accedieron a hacer el viaje juntos y, encima, quisieron correr con todos los gastos. La única condición que pusieron fue que yo me hiciera cargo de la planificación y ejecución de todo el viaje.

Así pues, teniendo en cuenta que disponíamos de 4 días, debía hacer una lista completa de todo lo que se teníamos que visitar... priorizar y agruparlo todo por zonas (para diseñar paseos productivos) siempre teniendo en cuenta las capacidades físicas de todos los integrantes.

Para elaborar la lista de todos los emplazamientos a visitar utilicé dos libros de París, busqué por Internet y lo consensué todo con mi padre: tomando una copa de vino y una cerveza artesana a la La Tasca (un agradable bar de la Sénia... su pueblo). La priorización, agrupación por días y confección de las rutas lo hice bajo mi criterio.

Llegados a París, tocaba cumplir el planning… ¡tuvimos suerte!, pudimos hacerlo todo: lo marcado como “imprescindible”, lo considerado secundario y otras nuevas propuestas que fuimos descubriendo sobre la marcha.

Pues bien, a continuación os dejo mi testimonio... el resumen de una escapada de cuatro días a París... la crónica de un viaje… ¡de un regreso!

  
Martes 22 de octubre de 2013

A las 8 de la mañana subimos al avión en el Aeroport del Prat de Barcelona. Tras una hora y media de viaje, llegamos al Aéroport de Paris-Orly. Allí tomamos el Orlybus que nos trasladó a Denfert Rochereau, donde cogimos el metro hasta Nation.

Salimos a la place de la Nation, a pocos pasos teníamos reservado el hotel. Una vez dejadas las maletas en consigna, volvimos a tomar el metro hasta la parada de Cité. Nuestro primer destino fue la Cathédrale de Notre-Dame, ubicada a la Île de la Cité: isla fluvial de la Siene (río Sena).

Cathédrale de Notre-Dame, desde la grada habilitada a la place Jean-Paul II

Hecha la visita completa a su interior, nos sentamos cómodamente en una grada ubicada delante de su fachada (en la place Jean-Paul II). Desde allí arriba pudimos admirarla bien y avistar, a mano derecha, el primero de los veintidós puentes sobre la Siene que veríamos durante estos cuatro días: el Pont au Double (1). Los iré numerando (por orden de aparición) para no perdernos.

Bajamos del entablado y fuimos paseando hasta el Pont Saint-Louis (2), bordeando el lateral norte de la catedral. Este puente comunica la Île de la Cité con otra isla fluvial: la Île Saint-Louis. Antes de llegar al puente, a la parte posterior de Notre-Dame, encontramos los jardines Square Jean XXIII, donde pudimos admirar su gran aguja gótica y ver el Pont de l'Archeveche (3), “rebozado” de millones de candados.

Hecha una pequeña incursión a la isla de San Luis, deshicimos nuestros pasos hasta Notre-Dame y continuamos hasta el hospital Hôtel-Dieu. De allí, nos desplazamos hasta la Conciergerie y la  Sainte Chapelle.

Sainte Chapelle y Conciergerie

Vistos estos dos preciosos edificios, salimos de la Île de la Cité por el Pont Saint-Michel (4), que debe su nombre de la próxima Fontaine de Saint-Michel. Al pasar el puente, a mano izquierda, tuvimos otra buena panorámica de la fachada principal de Notre-Dame y del Petit Pont (5).

Ya en "tierra firme" llegamos al Latin Quarter. En el barrio latino de París, paseamos por sus coquetas calles hasta la Église Saint Séverin.

Visitada la bonita iglesia gótica, tomamos la Rue Saint-Jacques y emprendimos la “ascensión” de la laxa montagne de Sainte Geneviève, almorzando en el boulevard Saint-Germain.

Después de comer "estiramos las piernas", paseando por delante de la universidad de la Sorbonne y el Collège de France. Finalmente, llegamos a la “cima” de Sainte Geneviève, donde se encuentra el Panthéon.

Fachada del Panthéon a la “cima” de la montagne de Sainte Geneviève

Bordeando el Panthéon, por su lado izquierdo, pudimos ver la iglesia de Saint-Étienne-du-Mont, situada también en el punto más elevado de la montañita de Sainte Geneviève.

Nuestro próximo destino fue el encantador Jardin du Luxembourg. Llegados allí, deambulamos por sus plácidos paseos, visitando: el gran estanque central, la Fontaine de Médicis, el Palais du Luxembourg (donde se encuentra el senado de Francia), etc.

Palais du Luxembourg (Sénat) desde el Jardin du Luxembourg

Salimos del parque a la rue de Vaugirard, donde fotografiamos el Odéon Théâtre de l'Europe. Continuamos por la misma calle hasta la rue de Rennes, donde ya pudimos ver y acercarnos a la Tour Montparnasse.

Tour Montparnasse desde la rue de Rennes

La Tour de Montparnasse es un rascacielos aislado. Se puede subir a su terraza, a 210 metros de altitud, obteniendo unas excelentes vistas de París y de la Tour Eiffel.

Era ya hora de retirarnos al hotel. Retornamos por la rue de Rennes, mirando los escaparates de sus tiendas, y tomamos el metro en Saint-Placide.


Miércoles 23 de octubre de 2013

El miércoles nos levantamos pronto y, sin perder tiempo, cogimos el metro hasta la parada de Bir-Hakeim: era el gran día, ¡volvíamos a la Tour Eiffel!

La mañana había amanecido con buena visibilidad. Cuando llegamos a la taquilla de la torre, media hora antes de su apertura, ya había más de medio centenar de personas haciendo cola… Un poco de nervios, espera eterna… ¡pero al fin entramos!, al fin tomamos el ascensor a la “somme”… al fin, nuestros pies, pisaron el tercer piso de la Torre Eiffel… ¡Y qué vistas!

Con la mirada treinta años atrás… en la “somme” de la Tour Eiffel

Estuvimos más de una hora visitándolo todo… pasando por todas las plantas de la torre… hartándonos de hacer fotos desde todos los puntos cardinales… poniendo nombre a todos los edificios que oteábamos desde la gran atalaya de metal.

Visto el ícono parisino, tocaba ir a ver el ícono de Nueva York… me explico, tocaba visitar: la réplique de la Statue de la Liberté, ubicada en un extremo de la Île aux Cygnes.

A los pies de la “Liberty” francesa , en la Île aux Cygnes

De camino a la réplica de la Estatua de la Libertad, paseando por el romántico allée des Cygnes, pudimos ver (a mano izquierda) el conjunto de rascacielos de la quai de Grenelle y (a mano derecha) el edificio de planta redonda de la Maison de la Radio.

Visitada la estatua de color turquesa, deshicimos nuestros pasos fijándonos ahora con los puentes del Sena que íbamos cruzando: el Pont de Grenelle (6), al lado de la propia estatua; el ferroviario Pont de Rouelle (7); el Pont de Bir-Hakeim (8), el cual cruzamos hacia la izquierda (para abandonar la Île aux Cygnes) y el Pont d’Iéna (9), entre la Tour Eiffel y les Jardins du Trocadero.

En los jardines de Trocadero nos sentamos a reposar un poco y a esperar que se encendieran sus fuentes. Después del refrescante espectáculo, subimos a la Esplanade du Trocadero… posiblemente, desde esa amplia plaza, construida frente el Palais de Chaillot, se obtienen las mejores instantáneas de la Tour Eiffel.

Tour Eiffel desde la Esplanade du Trocadero

Salimos a la place du Trocadero, donde se alza la Statue équestre du Maréchal Foch, y tomamos l'avenue Kléber hasta la place de l'Étoile (o place Charles de Gaulle). En esta gran plaza radial encontramos el impresionante Arc de Triomphe.

Arc de Triomphe en la place de l'Étoile

Para visitar el monumento, tuvimos que transitar por un paso subterráneo que traviesa por de bajo la concurrida plaza. Viendo en detalle el gran arco, se nos hizo hora para ir a almorzar…

Después de comer en la misma avenue des Champs-Elysées, tocaba un agradable paseo por tan conocida avenida. Nuestros pasos nos llevaron hasta el cruce con la avenue Winston Churchill donde vimos (a mano derecha) el Grand Palais y (a mano izquierda) el Petit Palais, con la estatua a Clemenceau en sus jardines.

Contemplados los exteriores de estos dos bellos palacios, retomamos la avenue des Champs-Elysées y, enseguida, ya arribamos a la place de la Concorde: lugar donde se decapitó a Maria Antonieta y donde se alza, en su centro, l’Obélisque.

Giro de noventa grados a la izquierda y encarrilamos la rue Royal. Al fondo apareció (como si de un templo griego se tratase) la Paroisse Sainte Marie Madeleine.

Sentado en una bici pública de París, frente la Madeleine

Delante la imponente fachada de la Madeleine, tenemos un cruce en Y: Si miramos hacia la izquierda avistamos l’Église Saint-Augustin, con su gran cúpula… pero nosotros continuamos hacia la derecha (por el boulevard de la Madeleine) donde, en pocos minutos, llegamos a la Opéra Garnier.

Visitados los exteriores de la opera antigua de París, nos desplazamos al ya próximo boulevard Haussmann, donde transcurrimos por algunos de sus elitistas centros de moda, como: las Galeries Lafayette o Printemps.

Todavía escandalizados por el precio de algún artículo que vimos expuesto, tomamos el metro a la parada Havre-Caumartin hasta Anvers, ya en plena ladera de la montaña de Montmartre.

A la salida del metro, enfilamos la rue de Steinkerque hasta la Square Louise Michel. Desde allí, ya pudimos admirar, en la cima de Montmartre, el albugíneo Sacré-Coeur.

Sacré-Coeur, en la cima de Montmartre, desde la Square Louise Michel

Desde estos jardines, para subir al Sacre-Coeur, hay la posibilidad de tomar un funicular… pero nosotros preferimos ascender por sus diversas escalinatas. Una vez en la cima, pudimos visitar los esplendidos interiores del templo, la Église Saint-Pierre de Montmartre (construida a la izquierda del Sacré-Coeur) y regalarnos las vistas de una fantástica puesta de sol sobre París, mientras descendíamos de la cima de Montmartre.

Una vez fuera de la Square Louise Michel, ya de noche, nos desplazamos perezosamente hasta la place Pigalle, donde tomamos el boulevard de Clichy: plagado de erotismo, luces y colores. Entre los variados locales, a destacar dos: el Bistrot Chat Noir y el archifamoso Moulin Rouge.

Frente la entrada del Moulin Rouge

Cansados todos, pero contentos de tan completa jornada, tomamos el metro en Blanche (frente el Moulin Rouge) y regresamos al hotel para tomarnos un merecido descanso.


Jueves 24 de octubre de 2013

El plato fuerte para nuestro tercer día era la visita al Château de Versailles. Después de desayunarnos, tomamos el metro hasta Invalides, donde hicimos transbordo al RER (el tren de cercanías de Paris) dirección Versailles-Château-Rive-Gauche.

Después de hacer una quilométrica cola para pasar un riguroso control de entrada, accedimos al castillo. Con la ayuda de las audioguías que nos facilitaron, fuimos conociendo todas las salas y pasadizos de tan suntuoso palacio.

Sala de los Espejos del Palacio de Versalles

Hecha la visita completa al castillo, salimos a sus exteriores para disfrutar de los conocidísimos Jardins du Versailles.

Estanque de Apolo a les Jardins du Versailles, al fondo Château de Versailles

Caminando por los extensos jardines, construidos con parterres geométricos, estanques y agradables paseos; llegamos al Grand Trianon (uno de los palacetes que encontramos dentro de los Dominios de Versalles).

Hecha la completa visita a los interiores del Grand Trianon, tomamos un trenecito que nos llevó al Domaine de Marie-Antoinette y al Petit Trianon.

Acabada la excursión, salimos del castillo y comimos en el mismo pueblo de Versalles. Después, tomamos el RER y regresamos a la estación des Invalides de Paris.

A la misma salida de la parada de RER, nos recibió el Pont Alexandre III (10), posíblemente, el puente más bonito de París...

Pont Alexandre III, desde la salida del RER, al fondo le Grand Palais

Una vez arriba del puente, pudimos ver el cercano Pont des Invalides (11). Ahora tocaba cruzar toda la Esplanade des Invalides hasta Les Invalides, donde se encuentra la tumba de Napoleón.

Les Invalides desde l'Esplanade des Invalides

Hecha la visita a les Invalides, nos acercamos a la vecina École Militaire. En frente de su fachada principal (campeada por la Statue equestre du Joffre) se extiende le Champ de Mars, donde también se obtiene otra excelente panorámica de la Tour Eiffel, con Trocadero de fondo.

Hechas las fotos de rigor (enmarcando la mole de metal dentro del moderno Mur de la Paix) retornamos por la avenue Bosquet hasta el Pont de l’Alma (12). Al cruzar este puente (donde perdió la vida Lady Di), a mano izquierda pudimos ver la Passerelle Debilly (13). Ya en el otro lado, tomamos el metro en Alma-Marceau destino La Défense.

Al salir del metro ya era de noche… y nos quedamos sumamente impresionados al ver de cerca el colosal Grande Arche, construido en plena Esplanade de la Défense.

Mis padres frente al Grande Arche de la Défense

Mi “sensación”… sentarme bajo el gran arco, a la parte superior de su grada, y mirar el panorama envuelto de un extraño silencio… ante mí: una explanada inmensa entre rascacielos, moteada de infinitas luces y neones de vivos colores… al fondo, un “pequeño” Arc de Triomphe...

Una vez visitada la Défense, regresamos en metro al hotel para cenar. Al terminar la cena, mi mujer y yo, decidimos salir un rato para vivir “Paris la Nuit”.

Cogimos el metro hasta Sentier, saliendo a la Rue de Montorgueil. Allí, recorrimos el mismo tramo de calle que hicieron las 3 modelos, “ligeras” de ropa, en el video Baby Baby Baby del grupo Make the Girl Dance. Luego, proseguimos por las calles del 1er arrondissement de París, disfrutando del ambiente nocturno de bares y terracitas, hasta llegar al Pont au Change (14).

Desde ese puente, a mano izquierda, vimos iluminados la Notre-Dame y el Pont Notre-Dame (15). Continuamos hacia la derecha, disfrutando de otras vistas alumbradas como la Conciergerie,  la  Sainte Chapelle o el tramo norte del Pont Neuf (16). El Pont Neuf es el puente más antiguo de Paris y cruza (en dos tramos) el río Sena, “apoyándose” a la Île de la Cité.

Tomamos el metro en Pont Neuf destino a Trocadéro… Y es que no queríamos perdernos, en nuestra última noche en París, el espectáculo de ver de cerca la Tour Eiffel iluminada.

Sentados a la escalera de Trocadéro, nuestra silenciosa mirada se perdió en tan indescriptible visión… poco a poco, se fueron acumulando en mi fuero recuerdos y sentimientos de alegría pero, también, de cierta tristeza y añoranza… Recuerdos y sentimientos que se desvanecieron de golpe, cuando un vendedor subsahariano (como si de un angelito de Machín de tratase) se acercó y me ofreció una estatuilla de la Tour Eiffel pero, en esta ocasión, iluminada… Se la compramos y su tenue luz alumbró los vidriosos ojos de un niño que se había hecho mayor.

Sujetando la figurita con luz, frente la Tour Eiffel iluminada


Viernes 25 de octubre de 2013

El último día nos levantamos algo cansados por el trasnoche anterior. Guardamos las maletas en la consigna del hotel, desayunamos y tomamos el metro hasta la parada de Palais Royal-Musée du Louvre.

El Musée du Louvre es uno de estos grandes museos que es imposible verlo todo en un solo día. En mi planning sólo disponíamos de algo más de 3 horas, por tanto, lo importante era saber bien lo que queríamos ver más a fondo.

Al final tuvimos tiempo para recorrer prácticamente todas las galerías, profundizando con las que más nos interesaban… Obviamente, no nos perdimos las dos obras más visitadas del museo: La Gioconda de Léonard da Vinci y la Venus de Milo.

La Gioconda (1503-1519), Léonard da Vinci (Musée du Louvre)

Terminada nuestra estada al museo, salimos para disfrutar los exteriores del Palais du Louvre, las modernas Pirámides de Cristal y el Arc de Triomphe du Carrousel.

Pirámides de Cristal en la explanada del Palais du Louvre

Pasando por debajo del arco del Carrousel, lleganmos a les Jardins des Tuilleries... allí, pudimos recrearnos con las estatuas de Aristide Maillol. Continuamos paseando por estos extensos jardines hasta llegar a la place de la Concorde.

En esta plaza (que ya visitamos nuestro segundo día) cruzamos hacia la izquierda el Pont de la Concorde (17), pudiendo admirar de cerca el Palais Bourbon (l’Assemblée Nationale). Ahora tocaba retornar por la otra rivera de Sena.

Enseguida arribamos a la Passerelle de Solférino (18). Superado este puente peatonal, llegamos a los exteriores del Musée d’Orsay, construido a la antigua estación de tren de Paris-Orleans.

Antigua estación Paris-Orleans (Museé d’Orsay)

Sobrepasado el Musée d’Orsay, llegamos al Pont Royal (19) y, unos metros más adelante, al Pont du Carrousel (20). Unos pasos después, a nuestra derecha, admiramos edificios remarcables como: el Palais des Beaux-Arts o el Institut de France.

Más tarde le tocó el turno al Pont des Arts (21) que, al igual que el Pont de l'Archeveche, esta infestado de millones de candados. Finalmente, nuestra particular ruta ribereña nos llevó al tramo sur del Pont Neuf.

Pont Neuf (tramo sur), a la parte izquierda de la Île de la Cité

Cruzamos todo el Pont Neuf, continuando por las calles de primer distrito, hasta llegar a Les Halles. En esta gran plaza (actualmente en obras) pudimos contemplar edificios interesantes como la circular Bourse du Commerce o la Église Saint-Eustache, de estilo gótico.

Nos desviamos un poco hacia el oeste, para poder visitar le Palais Royal, entrando a sus cuidados jardines y admirando su fachada principal, ubicada delante de la ala derecha del Palais du Louvre.

De vuelta hasta Les Halles, comimos cerca del moderno edificio de arquitectura atrevida: Centre Georges Pompidou.

Fachada este del Centre Georges Pompidou

Después del almuerzo, bajamos al cercano Hôtel de Ville (el Ayuntamiento de París). Se trata de un elegante edificio con una fachada plagada de estatuas de personalidades famosas. En frente del ayuntamiento se extiende la Esplanade de la Libération.

Fachada principal del Hôtel de Ville desde la Esplanade de la Libération
Al sur de esta explanada se encuentra el Pont d'Arcole (22) que cruza hasta la Île de la Cité. Pues bien, con este puente, completamos la visita de los veintidós que teníamos previstos para esta escapada. Durante los cuatro días que anduvimos por París, pudimos verlos todos: desde el Pont de Grenelle (donde estaba la réplica de la Estatua de la Libertad) hasta el Pont de Saint-Louis (pasada la Île de la Cité).

Dejamos el ayuntamiento, continuando por la rue de Rivoli hasta la place de la Bastille. En ese lugar emblemático de la Revolución Francesa, encontramos la moderna Opéra Bastille y, en el centro de la plaza, la Columna de Julio. Acabada la visita cogimos el metro en la parada de Bastille hacia nuestro hotel, para recoger las maletas de la consigna.

Ya cargados, retomamos al metro y pusimos destino hacia Denfert Rochereau. Durante ese último recorrido con el ferrocarril urbano de París, con buena parte circulando por el exterior, al cruzar el río Sena por el puente de Bercy (entre las estaciones de Bercy y Quai de la Gare), estuvimos atentos para poder contemplar, a nuestra izquierda (sureste), la Bibliothèque Nationale de France. Se trata de una construcción moderna flanqueada por cuatro torres con planta en L. Finalmente llegamos a Denfert Rochereau, donde cogimos el Orlybus destino al Aéroport de Paris-Orly.

A las 9 de la noche despegaba el avión rumbo al Aeroport del Prat… ¡rumbo a casa! Todos felices, con la satisfacción de haber realizado un completo viaje… y yo, personalmente, con la satisfacción de haber cumplido por fin… aquel... mi "segundo objetivo" de 1983.

Con mis padres en la cima de la Torre “Infiel” (23 de octubre de 2013)

Sólo me queda decir una cosa. Quisiera agradecer a mis padres, públicamente, este precioso regalo. Y no me refiero al viaje en si, sino al “regalo” de poder compartir con ellos estos momentos de la vida… ¡este presente intangible!, estos momentos que ahora son el momento para compartir… Y es que el tiempo pasa demasiado de prisa: ya veis… ¡treinta años no son nada! Compartir la vida es un regalo que le hacemos al alma… un faro que alumbrará con fuerza las tinieblas aquel día que ya no podamos volver juntos a la Ciudad de la Luz.